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domingo, 9 de diciembre de 2018

CAMPANA SOBRE CAMPANA. Letra.


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CAMPANA SOBRE CAMPANA
Campana sobre campana
Y sobre campana una
Asómate a la ventana
Verás al niño en la cuna

Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas me traen?

Recogido tu rebaño
A dónde vas pastorcito?
Voy a llevar al portal
Requesón, manteca y vino

Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
Qué nuevas me traen?

Campana sobre campana
Y sobre campana una
Asómate a la ventana
Veras al niño en la cuna

Belén, campanas de belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas me traen?

Recogido tu rebaño
A dónde vas pastorcito?
Voy a llevar al portal
Requesón, manteca y vino

Belén, campanas de belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas me traen?

Belén, campanas de belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas me traen?

Belén, campanas de belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas me traen?

Belén, campanas de belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas me traen?

Belén, campanas de belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas me traen?


domingo, 2 de diciembre de 2018

sábado, 10 de noviembre de 2018

Pueblos indígenas de México

Resultado de imagen para nombre de grupos indígenas

El ratón y el león

Había una vez un fiero león que dominaba toda la selva que le circundaba. No en balde a estos fuertes felinos se les suele conocer como el rey de esos parajes.

Animal que pasara por algún sitio cercano a él, animal que debía reverenciarlo y mostrarle sus respetos, si es que quería evitar algún mal momento.
Un día, tras mucha actividad física, el león se echó en un descampado a tomar una siesta para reparar sus fuerzas. Estaba tan cansado que cayó en un sueño profundo tras tan sólo unos segundos.
Mientras dormía por allí apareció un pequeño ratón muy inquieto y juguetón, al que le hizo gracia ver a aquel enorme león tirado en medio de la nada y roncando a pata suelta.
Al roedor le llamó esto tanto la atención que decidió encaramarse imprudentemente en aquel bulto animal y empezar a jugar allí. Así, corría de aquí para allá sobre el cuerpo del león, sin percatarse que sus pasitos hacían cosquillas y perturbaban el sueño del fiero animal.
A medida que fue pasando el tiempo para el león se hicieron insostenibles las cosquillas y despertó abruptamente. Cuando se percató qué era lo que había provocado la interrupción de su sueño dio un zarpazo tan rápido para atraparlo, que el pobre ratón no tuvo la más mínima oportunidad de escapar.
De esta forma el león tenía aprisionado al roedor entre sus garras y violentamente le preguntó:
-¿Quién diablos te crees que eres pequeño animal? ¿Acaso no sabes quién soy? ¿Por qué eres tan imprudente como para interrumpir mi descanso? ¿No aprecias tu vida? Soy el rey de la selva y todos me deben respeto. Nadie se atreve a molestarme y menos mientras duermo.
Muerto de miedo y comprendiendo su osadía el ratoncito pidió clemencia al fiero animal.
-Lo siento señor. Juro que no volveré a cometer tal tontería. Le ruego me perdone la vida y estaré en deuda eterna con usted. Quién sabe si pueda serle útil de alguna forma en el futuro.
-Útil tú a mí –dijo el león con sorna. –No seas tonto. ¿Cómo podrá un animal tan minúsculo como tú ser útil o ayudar a un animal tan grande y poderoso como yo? Si fuera solo por eso, realmente mereces morir por tus atrevimientos.
-No señor por favor –rogó el ratón. –Le pido reconsidere su decisión y deje vivir a este pobre y tonto animalito. Juro que no volveré a molestarlo nunca más.
Al ver llorar sin medida al pequeño roedor, el león se apiadó de su caso y lo dejó vivir. Además, estaba tan lleno por el atraco de comida que se había dado antes de dormir, que realmente un pequeño ratón no haría la diferencia para su sistema digestivo.
Así lo soltó, no sin antes advertirle que si se volvía tan osado una próxima vez, no viviría para contarlo.
Pasaron días después de esta situación y resulta que en una jornada como otra cualquiera el león andaba de caza por la selva.
Tan enfocado iba en una gacela que tenía más adelante, que no se percató de que estaba yendo directo hacia una trampa hecha por hombres.
Sin margen para maniobrar y escapar, el león cayó presa de tales artilugios y se vio de pronto atado por todos lados.
En vano trató de soltarse y de romper las cuerdas que lo ataban. Por mucha fuerza que tenía, el amarre estaba hecho con tal ingenio, que la fuerza bruta del animal no podían hacer nada contra él.
De esta manera, para escapar y preservar su vida al león no le quedó más remedio que rugir y gritar en busca de ayuda.
Sin embargo, asustaban tanto sus rugidos a los animales, que ninguno se atrevía a acercarse por allí, pues pensaban que el león estaba molesto y acercarse a él podría ser dañino para su integridad.
Dio la casualidad que los rugidos fueron escuchados por el pequeño ratón al que el rey de la selva le había perdonado la vida. El roedor comprendió que algo grave debía estar pasando por los rugidos, razón por la que sin pensarlo dos veces acudió en ayuda de Su Majestad.
Al llegar vio que este estaba completamente atrapado y ofreció su ayuda.
-Señor león, creo que es momento que le devuelva el favor que usted me hizo cuando me perdonó la vida. Yo lo liberaré de tales amarras para que no sea víctima del animal más fiero de todos.
El león, molesto de que solo hubiese acudido el ratón molesto de aquella ocasión, al cual no valoraba en absoluto por su escaso tamaño, dijo:
-Te lo dije una vez y te lo vuelvo a decir. Nada puede hacer un minúsculo animal como tú para ayudarme a mí, el animal más fuerte de esta selva.
-Pues veremos –replicó el ratón, que sin dejarse amilanar se afiló los dientes y la emprendió a mordiscos contra la cuerda principal del amarre.
Tan buenos son los ratones mordisqueando y desgatando lo que se propongan, a pesar de su tamaño, que tras solo unos minutos de haber empezado su faena pudo vencer el grosor de la cuerda y liberar al león.
Este, entre sorprendido y agradecido, no tuvo más remedio que pedir perdón al roedor por sus comentarios y dar gracias por haberle salvado la vida.
Había comprendido de una vez y para siempre que en esta vida todos somos importantes y podemos ser útiles, sin importar nuestro tamaño o fuerza. Lo único que importa es el deseo y el empeño que le pongamos a aquello que nos mueve.
Por supuesto, desde ese día el ratón y el león de nuestra historia fueron muy buenos amigos. Andaban juntos siempre. El león le facilitaba alimentos al roedor, mientras este exploraba primero por él para ver que no hubiese trampas en el camino y si el felino caía en una, pues lo liberaba con su importante habilidad.

El ganso de oro

Érase una vez, un anciano leñador que tenía tres hijos. El más pequeño de los tres se llamaba “Tontín”, y sus hermanos lo despreciaban porque era muy lento para el trabajo.
Un buen día, mientras el más grande y fuerte de los hijos del leñador se encontraba talando en el bosque, apareció de repente un anciano vestido con harapos que suplicaba por un sorbo de agua y un poco de comida.
“De mi parte no recibirás nada, anciano inútil. Apártate” – le gritó el jovenzuelo y continuó su trabajo talando los árboles. Entonces, el hombre canoso le lanzó una maldición y desde lo alto cayó una rama pesada que fue a parar a la cabeza del joven leñador.
Al llegar a casa, adolorido y triste, el más grande de los hijos del leñador le contó lo sucedido al hermano mediano, y este salió camino hacia el bosque para continuar con el trabajo. Horas después, apareció en el mismo lugar el débil anciano, y al pedir por un poco de comida y un sorbo de agua, el muchacho le respondió:
“No le daré nada, viejo decrépito. Apártese a un lado”. Y nuevamente, el hombre canoso lanzó una maldición sobre el muchacho, quien recibió un fuerte golpe en la cabeza por una rama desprendida de los árboles.
Con tan mala suerte, el hermano mediano regresó a casa y como no quedaba nadie para trabajar, Tontín decidió terminar de talar los árboles, y partió a toda velocidad hacia el bosque. Al llegar al lugar, el anciano apareció entre los árboles para pedir un poco de agua y comida, pero Tontín no lo pensó dos veces y aceptó compartir su comida con aquel hombre debilucho. Para recompensarlo, el anciano le regaló nada menos que un ganso de oro.
Alegre por su regalo, Tontín partió hacia la cabaña para reunirse con su padre y sus hermanos, pero como era de noche, decidió refugiarse en una pequeña posada en el medio del bosque. En aquel lugar, vivía un posadero con sus tres hijas, las cuales, al ver llegar a Tontín con su ganso de oro quisieron aprovecharse y robar las plumas de oro del animal.
La mayor de las muchachas, esperó entonces a que Tontín se quedara dormido, y entró en el cuarto sigilosamente buscando el ganso de oro. Sin embargo, cuando por fin puso sus manos sobre el animal, quedó pegada irremediablemente a él sin poder escapar. Así lo hicieron las otras dos hermanas, quedando pegadas una detrás de la otra.
A la mañana siguiente, Tontín emprendió su camino de regreso a casa, sin darse cuenta que las muchachas se arrastraban con él, pegadas al ganso de oro. Durante el trayecto, un granjero quiso ayudarlas, pero este también quedó pegado al animal sin poder zafarse. La esposa del pobre hombre decidió entonces hacer algo por su marido, pero tan pronto lo tocó se quedó enganchada de la fila.
El perro de la esposa, al ver a su ama arrastrándose por el suelo, trató de ayudarla agarrándola por los tobillos, pero tanto el pobre animal, como el gato de la granja y tres pollitos quedaron inútilmente pegados, justo detrás de la mujer, el granjero y las tres hijas del posadero.
Con el paso del tiempo, aquella extraña caravana llegó a la ciudad, donde el rey tenía una hija que nunca había podido reír. Tanta era la amargura del rey que ofreció la mano de la princesa a cualquier ser humano que fuera capaz de hacerla reír. Para suerte de Tontín, la triste muchacha se encontraba en ese momento descansando en su alcoba, y al ver aquella fila de personas y animales arrastrándose por el suelo, estalló en miles de carcajadas, por lo que el rey no tuvo más remedio que casarla con el atontado muchacho.
Así fue que, en poco tiempo, Tontín logró casarse con la princesa para comenzar a vivir una vida llena de alegría y felicidad.

El ganso de oro

PARA MI NIETO ERIC CON CARIÑO

Un acto de magia

Bambi y Tambor

Bambi y Tambor

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"EL TESORO DEL SABER"

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